Amores Peludos

Amores Peludos
Uno de mis amores peludos

05 noviembre 2010

DAISY

Daisy, aunque es nombre de pata, fue una tortuga. Una verde, mordelona y lenta tortuga. Disfruté mucho con ella; lo que no disfrutaba era cuando me hacían limpiar su pecerita ufff cómo me caía de mal!
Aunque este tipo de animalitos son sólo para ver o para adornar un espacio, a Daisy yo le permitía salir al patio a jugar. Algunas veces recuerdo haberla perdido por varios minutos en el patio. Dónde rayos se metía! Pero siempre volvía.
A Daisy nunca la vi grande siempre fue pequeñita y fría como un cubito de hielo, me gustaba imaginar siluetas y formas en su caparazón, siempre eran diferentes. La perdí definitivamente un día que la dejé olvidada en el patio… niña al final de cuentas no?

04 noviembre 2010

SAM

A la “Pelusa” le tocó decir adiós a su hijita “Muñeca”, ya sólo éramos ella y yo… hasta un día que recuerdo increíblemente bien.
Yo tenía 7 años y regresé del colegio, como “buena niña” tenía las manos asquerosas de no-sé-qué y fui al baño, a regañadientes, para limpiarme antes del almuerzo. Cuando entré al baño había alguien esperando por mí...
Era un regordete y tierno cachorro de Pastor Alemán. Mi padre lo consiguió, graciosamente, de una camada que tuvieron los perros de su jefe (que era de nacionalidad alemana).
Inmediatamente y más rápido que decir “Paranguaricutirimicuaro” salí a preguntarle a mi abuelita:    1.- De quién era el cachorro?   2.- Si podía quedármelo   y 3.- A qué hora llegaba, ese día, mi papá para hacerle el mismo cuestionario.
Cuando mi papá me confirmó las sospechas que anidaban en mi corazoncito, fui la niña más feliz de todo el país y lugares circunvecinos. El cachorro era nuestro!! Ese panzudito peluche, con vida era nuestro!
Al inicio mi abuelita no lo quería en casa, cosa que no nos quitó el sueño a mi padre y a mí jejeje, luego el mismo cachorrito hizo el trabajo de enamorarla profundamente. Su nombre fue  SAM, Samuel como le decía mi papá.
Sam era dinamita pura, sólo le veías ir y venir (casi a la velocidad de la luz), me costaba ir a su paso. Orinaba por todos lados, se hacía del dos en el cuarto de mi papá, molestaba uff ¡A ese juguete no se le acababa nunca la batería!
Cierto día, mi abuelita me compró 24 pollitos. Si 24! Los cambió por botellas jajaja!! Y como en casa había habido tienda, le dieron nada más y nada menos que dos docenas de amarillas diminutencias que se limitaban a decir pí pí pí pí. Cuando llegué a casa enloquecí con tanto animalito bello. Mi abuelita les hizo un corral temporal para que pasaran la noche y nos fuimos a dormir todos muy tranquilos… la sorpesa… adivínenla…
Si, efectivamente mi rechoncho “Sam” encontró 24 sabrosos aperitivos en uno de los patios...Hay pobre mi abuelita sufriendo por los pollitos! Yo no digo que no me haya afectado perder a 24 animalitos, sólo que… Sam, para ese entonces, ya era mi mejor amigo y lo tenía que apoyar, además (esto es un secreto, no se lo digan a nadie) prefería a mi “Sam” que a 24 ruidosos pí pí pí.
Mi tío, enamorado de “Sam” decidió comprar uno, un hermanito, así que, de una camada posterior obtuvo a Kaiser. Digamos que se parecía a mi perrito… pero no tanto (El nuestro era más galán) Kaiser tenía orejas de burro, siempre lo he dicho y siempre lo diré!
El caso es que Sam con su hermanito menor (orejitas de burro) fueron un dúo incondicional, jugaban a cualquier hora del día y en cualquier lugar. Los patios de las dos casas contiguas, que eran increíblemente amplios, no les eran suficiente. Sólo corrían, jugaban, corrían y jugaban. Aún los veo jugando al escondite y Tenta entre ellos dos. Grandes recuerdos!
Años después, ya cuando “Sam” era un guapísimo perro adulto, nos mudamos de la casa de mi abuelita (que ha sido la más maravillosa, enorme, e increíble casa de mi niñez) “Sam y Pelusa” dijeron adiós a ese sitio encantado y, junto con el, a Kaiser. Los hermanitos se pusieron muy tristes luego de la separación, pero supieron superarlo.
En la nueva casa, con olor a nuevo, color nuevo, pasto nuevo y flores nuevas, “Sam” también fue feliz y me dio muuuchos años de amistad incondicional. El mayor recuerdo que guardo de mi perro, en este lugar, tiene mucho que ver con dos palos de naranjas… Sucede que mi Sam era adicto a éstas (y a los chicharrones). Dos veces al año, los arbolitos se cargaban con centenares de naranjas dulces, tanto, que no éramos capaces de comérnoslas todas. Las regalábamos a los vecinos, pero, tampoco lográbamos acabar con ellas y su rico sabor. En esas temporadas tomábamos jugo de naranja, naranja con limón, naranja en la ensalada, naranja con pepita y en mil formas más para no desperdiciarlas. Sin embargo, todos los días se caían naranjitas al piso que resultaban una exquisitez para el Sam. El se las comía con cáscara, cuando yo andaba cerca, o cualquiera de la familia, se las pelábamos y se las comía en gajitos. Hasta tres y cuatro naranjitas de vez en cuando… Momentos lindos y recuerdos dulces.
Mi amigo vivió como diez años junto a la familia. Ya siendo viejito adquirió las típicas enfermedades congénitas que nos arrancan de los brazos a nuestros Pastores Alemanes.
“Sam” está enterrado en el patio de la casa de mi papá, bajo un árbol de naranjas dulces, tan dulces, como él.

02 noviembre 2010

MUÑECA

Siguiendo con la biografía animal, les cuento acá una historia de como una bala y una mala persona nos pueden quitar a una buena amiga.
Muñeca fue una cruza de samoyedo, color café
Esta peculiar y retozona animalita fue hija de la “Pelusa”, llegó a casa con una camada de 6 (creo). El día que la llegaron a traer quienes la compraron (fue la última en venderse) lloré y no la dejaba ir, la apretaba contra mí al punto de sacarle el aire… Por alguna razón cariñosa sabía que debía quedarse con nosotros. ¡Qué pena habrá pasado mi padre al decirle al comprador que ya no se la daba! Pero no me importó, desde ese día fue mía y sólo mía jejeje.
La muñeca, no tenía nada de muñeca, tal vez un poco fea, era de apariencia divertida, peludísima, color café y negro, regordeta, juguetona, en pocas palabras mi compañera de expediciones en el patio. Con ella jugábamos, hacíamos pasteles de lodo, que ella siempre me arruinaba, yo la peinaba, la abrazaba, apretujaba y le hacía piojito.
Muñeca, no estuvo mucho tiempo en casa. Fue víctima de las malas intenciones, de la gente de malvado corazón; el día que murió fue muy importante para mí. Ese día juré cuidar a los animalitos y no ser como, esos que andan sueltos por allí, que dañan a los animales y nos roban a nuestros fieles amigos. Muñeca murió por una herida de bala en el lomo, pasó dos días muy mal. Aún la recuerdo tendida en el piso… ella y su peludísima figura moviéndonos la cola una última vez.  Lloré, fue la primera despedida de una amiga, desde que tengo conciencia.
Cuando estuvimos, por vez última en el patio, recuerdo haberle hecho una promesa, que hasta la fecha conservo. Nunca dañar a ningún animalito, por más feo o raro que sea, o por más mal que me caiga, Nunca. Ellos tienen las mismas oportunidades de existencia que las nuestras y debemos respetarlos, hoy en día, todavía cuando veo que a algún perro le hacen daño me recuerdo de ella y llego a la conclusión que: “tras de cualquier perro, incluso callejero, hay un niño que le cuida y le ama”.
Con muñeca, me robaron muchos momentos a futuro, juegos, carreras, expediciones y abrazos. Me la quitaron físicamente pero NUNCA de mi imaginación, de mis recuerdos y del corazón.
 Como todo lo malo debe tener su lado bueno, lo bueno que rescato es el amor incondicional a las criaturitas, el juramento de respeto hacia cualquier bicho de este mundo.

trailer de Hachiko en Español

Hola Bloggers!

Anoche vimos, en familia, una EXCELENTE película.

Debo confesarles que lloré durante la mitad de toooda la película jejeje.

Les recomiendo verla, no sólo por las lágrimas, sino por el mensaje y porque es una historia basada en la realidad. HACHIKO. 100 puntos!

PELUSA

Siguiendo con mi biografía animal...
A quien recuerdo con una sonrisa de oreja a oreja es “PELUSA”, una samoyedo hermosa, blanca, pacífica, pequeña, cariñosa, permisiva…
Me dejaba sentarme en ella e imaginar que era Falkor, el dragón de la película La Historia Sin Fin. La “Pelusa” me acompañó hasta mis trece años de edad, vivió doce. En mis archivos fotográficos (mentales) la veo con pintas verdes hechas con marcador, con manchas de besos de pintalabios, con ropa de la abuela, echada al sol y cuidando a la que me dejaría como mejor amiga, una cachorrita.
La Pelusa estuvo conmigo siempre, no recuerdo un solo día de esos doce años en el que no tocara su nívea cabellera, que no me moviera la colita vivaz que tenía. Me acompañó en mudanzas, en momentos familiares difíciles, durante mis lecturas en el patio… SIEMPRE. Para algunos de mis primos era un pony, para otros, sujeto de experimentos y, hasta blanco de bromas de mal gusto; sin embargo, Pelusa nunca protestó, siempre fue calmada y tranquila.
El día que nos dejó fue muy triste. Cuando regresé del colegio sólo me dijeron que la habían encontrado tendida a la par del auto de mi padre (donde a veces descansaba bajo el sol). Ese día dije adiós a mi primer mejor amiga, la que fue mi paño de lágrimas, mi confidente y mi dragón volador...

31 octubre 2010

Biografía

Ellos fueron míos o yo fui de ellos? todas mis mascotas

Cuando vuelvo la vista hacia atrás puedo recordar con claridad a muchos amigos que estuvieron conmigo en las buenas, las malas y las peores, recuerdo algunos momentos con mucha claridad y otros muy vagamente. Cuando recuerdo los buenos momentos, revivo ese dolor en el estómago provocado por las risas, o mariposas,  el calorcito de un abrazo, correr en el patio de mi abuela, o simplemente pasear con mi padre.
Sin embargo, en este archivo de los buenos momentos, no puedo excluir a los instantes en los que corría con mis perros, o cargaba a mi gato, las cosquillas de mi hámster, o incluso las bromas (de mal gusto) que muchas veces hice con mascotas no tan comunes. Recordar a cada Amor Peludo, (plumudo o escamoso) me genera una satisfacción similar a tener el sol de frente en un templado amanecer y me hace recapacitar en la pregunta del millón de dólares: ¿Yo los tuve o nos tuvimos?, ¿Yo les daba amor y cariño a ellos o ellos a mí?, ¿Acaso fue bidireccional el amor?
Biografía animal
La primer mascota que tuve, según mi padre, (porque yo no lo recuerdo) no radica en mi memoria, más bien en fotografías viejas. Ese pobresito animal, que dicen que no dejaba en paz con cariñitos, apretones, jalones y demás fue un gato… su nombre, no lo recuerdo, sólo sé que el gatito vivía en la casa de la madre de mi mamá.
A quien recuerdo, también vagamente, en mi archivo de niñez es a “Perla”, fue una perrita, desconozco su raza, era pequeñísima (igual que yo), negrita, de ojos grandes y húmedos. Tengo vivo el recuerdo de buscarla bajo los muebles y de llamarla en el patio. Gracias a una fotografía no la olvido. Detallaré en próximas entradas a cada uno de los integrantes de mi propia lista de amores peludos.