Amores Peludos

Amores Peludos
Uno de mis amores peludos

14 febrero 2011

Renuncia a la Falsa Libertad



Cuando “Maya” (mi ex callejera) vino a casa era muy especial, diferente, quizá hasta antipática y antisocial. Se la pasaba construyendo planes para escapar de la casa, oliendo bajo el portón y mirando al cielo, como queriendo escapar, como queriendo volar a su anterior vida de sufrimiento y libertad.

De eso ya hace mucho. No recuerdo ya cuanto tiempo. Unos diez meses quizá.
Poco a poco fue sucumbiendo a los rostros de sus amos que parecían no dañarla, sino todo lo contrario, la alimentaban y tenían una extraña afición de tocarle su pelaje. Vaya necia costumbre que le disgustaba tanto!

Su manada comenzó con dos labradores hembras a las que no tardó en poner en cintura y enseñar a ladrar; aunque no jugaba con ellas, les mostró cómo ladrar y cómo intentar escapar una tras otra, tras otra, tras otra vez hacia la falsa libertad…

Con el tiempo, Maya comenzó a recibir con menos disgusto las caricias de sus amos, familiares y conocidos, no falto, por supuesto, el par de manos que quiso morder… lentamente se fue acostumbrando a su patio de juegos, a no entrar a la casa, a dejar sus regalitos en un mismo sitio, a comer con otros e incluso a sentarse y dejar que las labradores corrieran a su alrededor.

La sorpresa fue cuando llegó a casa un pequeño Husky de dos meses, con este nuevo integrante venían más retos y más metas. El pequeñín era necio, molestón y sin conocimiento ni bases del respeto a sus mayores; cosa que, a base mordidas y empujones, luego de un tiempo comprendió.

Maya entonces, parecía no querer a ningún otro perrito, se alejaba de todos y se limitaba a ver como la amistad crecía y crecía entre los otros tres… pero algo pasó...

Cierto día, llegó a recibirme a la puerta, saltando, y en otro momento hizo algo que tuve que ver un par de veces para creer; movía la cola al vernos, y no sólo eso, corría de un lado a otro cuando llegábamos a casa. Al despertar nos esperaba frente a las puertas de vidrio, para poder vernos y cuando aprendió a abrir puertas (porque lo sabe hacer muy bien) llegaba directo al cuarto a saludarnos.

No sé que le habrá hecho cambiar, tal vez sólo se dejó llevar por los sentimientos y por la confianza. Tal vez fue eso o fue amor.

Luego de toda esta revolución nacieron sus cachorros y de los seis que tuvo, uno se quedó en casa. Al principio volvió a ser agresiva, malvada, gruñona y fea, pero parece que era para proteger a su pequeño. Pronto, dejó que todos jugaran con su cachorro y comenzó a ser más dulce y amorosa.

Ahora que su chiquitín ya tiene tres meses, me ha tocado presenciar los más maravillosos cambios de su vida. Hoy juega con sus amos, corre a traer la pelota! (o la naranja, según sea el caso) salta, juega con su cachorro, juega con el resto de la manada e incluso duerme, a veces, a la par del Husky (que ya no es un cachorrito).

La “Mayita” ya no huele por debajo del portón, ya no calcula escapes y si ve al cielo, es para esperar que caigan nísperos o aguacates de los árboles, no para extrañar su aparente libertad.
Reconoce su nombre, llega cuando la llamas, se sienta, es paciente y su colita tiene un movimiento que nunca había tenido.
 Me atrevo a resumir que, es simplemente feliz. Que ha superado todo su pasado y que nos ha adoptado como familia, y nos ama.

Justo ahora, escucho el sonido, allá afuera, de los juegos de los cinco integrantes de la manada que Maya lidera y que son sanos, felices y llenos de amor. Misión Cumplida he de decir. Rescatar a un saco de huesos que velaba sobras en la calle me ha dado una mejor amiga, que me quiere y me protege… porque si se trata de cuidarme es malvada; pero si se trata de darme cariño, es perfecta!